El sábado 26 de julio, Cassia House fue escenario de lo irrepetible: un experimento íntimo entre la pintura, el instante y el vínculo. Lo que pinte, la acción en vivo de Julián Rodríguez Vigo, convirtió la galería en un taller abierto, un espacio donde la obra no estaba terminada, ni siquiera empezada, sino ocurriendo.
Durante la noche, el artista se dejó afectar por la atmósfera, por las miradas, por los gestos tímidos o decididos del público, que fue sumándose al lienzo con palabras, colores o trazos propios. La pintura no avanzó en línea recta, sino en espiral: se construyó con dudas, desvíos y hallazgos compartidos. Lo que en otro contexto habría sido un proceso privado, aquí se volvió espectáculo silencioso y conversación sin guion.
La música en vivo acompañó cada momento como una extensión del gesto pictórico. Francisco Grubisich inauguró la velada con una serie de improvisaciones de blues en guitarra eléctrica, creando una atmósfera introspectiva e intima. Luego se sumó el artista Zeta Yeyati al saxo soprano, y el clima sonoro viró hacia una improvisación jazzera, lúdica y vibrante, que dialogó de forma natural con la energía de la pintura en curso.
El vino fluyó como parte del ritual: no como complemento, sino como lenguaje paralelo. Cada elemento —el sonido, el cuerpo, el color— sumó a la sensación de estar presenciando algo irrepetible, algo que no podría haberse dado en ningún otro momento ni con otras personas.
Con Lo que pinte, Cassia House reafirma una de sus búsquedas más constantes: hacer del arte un acontecimiento vivo, donde mirar no sea un gesto pasivo, sino una forma de entrar en diálogo con lo que aún está por nacer.