Diana Ficca construye una pintura que respira silencio. En sus obras, el paisaje se convierte en estado del alma: horizontes que se abren hacia el mar, cielos que cambian de tono con la luz, figuras detenidas frente a la inmensidad. Su lenguaje, despojado y musical, habita ese límite entre lo visible y lo recordado, donde la quietud se transforma en emoción.
Formada en música, historia del arte y pintura, Ficca desarrolla una poética íntima donde la atmósfera y el color son los verdaderos protagonistas. Su mirada traduce lo cotidiano en imagen esencial: una canoa, una puerta abierta, un atardecer, un gesto apenas insinuado. A través de una paleta precisa de azules, ocres y rosados logra que la luz se vuelva materia, y que la pintura evoque un tiempo suspendido.
Su trayectoria incluye exposiciones en museos, galerías y centros culturales de Argentina, Uruguay, Paraguay, España e Italia. Ha presentado su obra en espacios como el Museo Sor Josefa Díaz y Clucellas de Santa Fe, la Galería de la Tartaruga en Roma, Sisley y arteBA, entre otros. Forma parte de colecciones públicas como la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Museo César Fernández Navarro y el Centro Alfredo Fortabat, además de importantes colecciones privadas en Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Suiza, Italia, España, Estados Unidos y Australia.
En cada una de sus pinturas, Ficca revela un modo de mirar donde la emoción se vuelve paisaje y el silencio se llena de sentido. Su obra invita a detenerse, a contemplar, a recordar aquello que todavía resuena más allá del color.